Qué es la EII?
La Enfermedad de Crohn (EC) junto a la Colitis Ulcerosa (CU) y su variante de Colitis Indeterminada (CI) son enfermedades crónicas inflamatorias del tracto gastrointestinal (IBD, según siglas en inglés, Inflammatory Bowel Disease), en castellano llamadas Enfermedad Inflamatoria Intestinal – EII.
Estas enfermedades pueden presentarse con síntomas muy notorios y severos, en cuyo caso el diagnóstico en general es más sencillo y rápido de hacer. En otros casos, el diagnóstico puede verse demorado por presentar síntomas inespecíficos o leves. Habitualmente, estos pacientes tienen que transcurrir un largo proceso que los lleva por diferentes diagnósticos hasta que finalmente se llega al correcto. Esto en la mayoría de los casos no se debe a ignorancia de los médicos sino a la falta de elementos para poder sospechar que el paciente padece EII. Hay veces que hace falta la aparición de un síntoma más, que sumado a lo existente, permite orientar la pesquisa. Puede compararse a un caso policial en el que después de un largo proceso y estudio, aparece una nueva pista que permite hacer progresar la investigación.
En un gran número de casos, la EC y la CU presentan rasgos clínicos y patológicos claramente diferenciados. Sin embargo, en aproximadamente un 10% de los casos – usualmente al inicio de la enfermedad – estos rasgos se presentan superpuestos, no siendo posible identificar cuál de las dos entidades padece el paciente, para lo cual surge la categoría de Colitis Indeterminada. La evolución de la enfermedad será la que dará paso al diagnóstico definitivo.
La EII afecta por igual tanto a mujeres como a hombres. No es contagiosa. Su causa es aún desconocida. Es de evolución crónica, es decir, de larga duración. No es mortal si se la trata adecuadamente.
La edad en que predomina el debut de los síntomas es habitualmente la tercer década de vida, adultos jóvenes – en período formativo/ productivo – disminuyendo la incidencia con la edad. Existe un segundo pico de debut en la pre-adolescencia y adolescencia. Un número menor de pacientes puede manifestar sus primeros síntomas entre los 50 y 70 años. En la actualidad, se ha percibido un incremento de la incidencia en la infancia/ niñez.
La EII presenta lesiones que tienden a reactivarse intermitente e impredeciblemente, variables en localización, extensión, severidad y complicaciones asociadas. Su
evolución puede ser variable, constante o manifestándose en períodos de brotes (períodos de actividad) y remisión (inactividad).
Los síntomas más frecuentes son diarrea, a veces con sangrado y mocos, dolor abdominal, fiebre y pérdida de peso. En niños y adolescentes puede existir retraso del crecimiento y de la maduración (esta última más frecuentemente en EC). En otros casos, se agregan manifestaciones extraintestinales como ser inflamación de las articulaciones, problemas en los ojos, piel, hígado y/ o trastornos renales.
La EII aún no tiene cura, pero hay diversos tipos de tratamientos medicamentosos destinados a controlar las recaídas, reducir la duración de las que surjan y maximizar los períodos de remisión.
Todo tratamiento debe estar bajo la supervisión de un médico, nunca deberá automedicarse. El médico especializado en este tipo de enfermedades sabrá determinar cuál es la medicación más adecuada según las características y edad del paciente.
El paciente (adulto) y/ o los familiares, deben estar informados de los problemas asociados a la enfermedad, el tratamiento y los efectos de la medicación para poder tomar decisiones acertadas. Así como quien conduce un automóvil debe estar siempre atento, lo mismo debe ocurrir en el paciente con EII y no descuidarse simplemente porque ha recorrido ese mismo camino por muchos años.
La incidencia de la enfermedad ha ido aumentando de un modo acelerado, a partir de los años 70 coincidiendo con una fuerte subida del nivel de vida. Se dice que es una enfermedad de los países desarrollados.
La incidencia es mayor en áreas urbanas y en la raza blanca, especialmente de ascendencia judía.
La EII está presente en países como Nueva Zelandia, Australia, Canadá, Estados Unidos y en ciertos países de Europa por más de cuarenta años. Se piensa que en la Unión Europea hay aproximadamente más de un millón (1.000.000) de pacientes. En Estados Unidos, el número ascendería a un millón cuatrocientos mil (1.400.000).
En Argentina, todavía no es muy común. Es considerada una enfermedad de baja prevalencia, o poco frecuente.
*(prevalencia: proporción de individuos de una población que padecen una enfermedad en un período de tiempo determinado)
Cuál es la causa?
Si bien la causa aún no está establecida, se piensa que existe una predisposición genética y un desencadenante ambiental. Esto significa que alguna característica de la composición genética de una persona lo predispone o lo hace susceptible a desarrollar EII frente a un desencadenante que lo estimula.
Un ejemplo simple podría ser: una persona de piel muy blanca, expuesta al factor “sol”, desarrolla una reacción en la piel (quemadura). Ahora bien, si esa misma persona evita la exposición solar, aún siendo susceptible a desarrollar una quemadura solar, no se quemará. Así mismo, como esa reacción depende de las características genéticas de cada individuo, una persona de tez más oscura, estando expuesta al sol en el mismo momento que la de tez blanca, no desarrollará quemaduras o al menos no de la misma intensidad que la otra, debido a sus características genéticas. La diferencia entre el ejemplo y la EII, es que el factor desencadenante en ella aún no se ha podido determinar cual es.
En las personas con EII, una vez desencadenado el proceso inflamatorio, las defensas del cuerpo actúan en contra de los componentes del propio cuerpo, como si fueran elementos extraños (autoinmunidad). Estas sustancias extrañas, ya sean proteínas o bacterias o alguna otra sustancia desconocida (antígenos), pueden llegar a ser la causa de la inflamación o puede que estimulen las defensas del cuerpo que producen la inflamación. El agente agresor activa las células inmunes del intestino, y estas células desencadenan una respuesta defensiva. El problema surge porque los pacientes con EII se caracterizarían por sus respuestas inmunes exageradas, en vez de eliminar al agresor y continuar su proceso de reparación normal, se dedicarían a mantener una defensa perpetua en el intestino, o lo que es lo mismo, un estado de inflamación continuo que sería lo que a la larga más perjudicaría al enfermo.
Tiempo atrás, se pensó que la tensión, la ansiedad o una dieta inadecuada eran los
causantes. En la actualidad se sabe que estas enfermedades no se deben a causa del estrés emocional ni a la alimentación. Pero sí en muchos casos, el estrés causado por la enfermedad o por otras situaciones de la vida, puede agravarlas. En ocasiones, ciertos alimentos pueden ser más irritables que otros.
Hoy por hoy, la EII no es curable, pero sí controlable, y la mayoría de las personas pueden gozar de una vida relativamente normal. El fin del tratamiento es reducir los síntomas, mejorar la nutrición y el crecimiento, evitar nuevos brotes o recaídas y reducir la duración y severidad de los que surgen.
El síndrome de Colon Irritable no pertenece a la EII dado que no se caracteriza por inflamación del intestino, sino que se trata de un desorden que afecta la motilidad (contracciones musculares) del colon. Es una enfermedad de menor seriedad y no guarda relación con la EII.
Genes de susceptibilidad en la EII.
La EII se ha relacionado con múltiples genes de susceptibilidad, lo que significa que la presencia de ciertos genes determinan un riesgo más elevado de tener la enfermedad. Aunque todavía no se ha identificado un patrón hereditario. Eso quiere decir que actualmente no hay manera de predecir si la EII puede surgir en algún otro miembro de una familia.
Algunos genes se han identificado como comunes a ambas entidades (EC y CU), y otros específicamente a una de ellas. Ciertos genes se los ha relacionado con la gravedad y la extensión de la inflamación.
Se espera que los estudios genéticos produzcan información relevante que impulse la búsqueda de nuevas terapias que puedan controlar o retroceder el daño causado por la inflamación, o lo que es mejor, puedan prevenir el inicio del proceso de la enfermedad. El campo de la genética continúa investigando para lograr explicar el origen de la enfermedad. Una ardua tarea ya que los factores genéticos son múltiples y actúan a distintos niveles.