Vivir con Enfermedad de Crohn por Gabriela Boit

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Vivir con Enfermedad de Crohn por Gabriela Boit

Debuté con una EII en 1998. Hacia poco había sido mamá y pasaba por un momento de mucha tensión, un bebe recién nacido y familiares enfermos. Estaba agotada física y psíquicamente. Fue en la guardia de un hospital al que había llevado a mi madre, donde terminé siendo yo, atendida de urgencia. En principio, y ante la emergencia, al ver que tenia inflamación y que llevaba varios días sin mover el intestino, me inyectaron un laxante. En el momento sentí alivio, pero horas después tuve que volver al hospital. Esta vez, fui ingresada en terapia con hemorragia, vómitos y dolor insoportable. A partir de ahí, estudios y medicación que daban resultado por días o semanas, para volver al hospital con los mismos síntomas o peores. Mientras tanto, estaba completamente deprimida, sin fuerzas, delgada en extremo. No me sentía capaz de ir sola con mi hijo a ninguna parte por miedo a descomponerme y hasta una vez, se me cayó de los brazos por no tener fuerzas. A esta altura, yo estaba segura de tener una enfermedad incurable y eso me hacía sentir peor, pensaba que no viviría para ver crecer a mi bebe y que nadie se animaba a decírmelo. No fui capaz de retomar mi trabajo, tenía miedo de salir de mi casa y tampoco tenía un diagnóstico para seguir pidiendo licencia médica. Los brotes aparecían en cualquier momento y sin darme tiempo a nada. Después de dos años de peregrinar por consultorios médicos y hacer decenas de colonoscopias, con lo estresante y traumático que era, finalmente en el Hospital Italiano fui diagnosticada con Enfermedad de Crohn. Desde ese momento, comencé el tratamiento con 2 gr. de Mesalazina diaria y de alguna manera, volví a vivir. Al principio, intenté contactar con gente que tuviera lo mismo que yo, pero parecía que era la única con esta “enfermedad rara”. Aun así, conocer el nombre de ese enemigo que me atacaba sin aviso, fue tranquilizador, al menos, sabía que era lo que tenia. Me quedaba un largo camino por delante, pero no peleaba con un fantasma. Hoy en día, no volví a tener brotes y me siento muy bien, sé que no puedo bajar la guardia, pero el diagnóstico y la medicación correcta fueron mi salvación. A los pacientes de EII es importante explicarles que se puede hacer una vida normal, que si bien la enfermedad no se cura, se controla, y que hay momentos malos, pero que también hay momentos en los que podemos estar bien. Las EII no sólo atacan el aparato digestivo, también pueden aniquilar la psiquis de quien la padece. No se detectan fácilmente, no hay suficientes médicos capacitados para tratarlas y quienes las sufren son frecuentemente tratados de exagerados o “nerviosos”. Es necesario que se difunda la información y que se conozcan, que la gente sepa que existen y lo que sufre un paciente, para que puedan acompañarlos y darle a la enfermedad la importancia que merece. Que los enfermos sean protegidos por el estado y que la atención y tratamiento estén asegurados para todos.

Gabriela Boit. Febrero 2013