Mi lucha comenzó hace más de dos años. Todo comenzó con pequeños síntomas que se fueron agravando. En aquel entonces acababa de cumplir 20 años. Era un joven entusiasta y alegre que estudiaba periodismo, trabajaba, hacia deportes y vivía una vida acelerada. Varios sucesos estresantes se me juntaron en aquel verano de 2009 en el que la colitis ulcerosa se me despertó. En aquel entonces me fui de vacaciones con varios amigos, y no me privaba de comer, ni del alcohol. Comencé a tener una diarrea que se agudizaba más y más. Siempre he sido bastante flojo pero la diarrea se tornaba algo extremo. Estuviera donde estuviera necesitaba un baño. El mayor susto fue el día que observe que mi materia fecal tenía manchas rojas. A los que le conté de mi patología me dijeron que seguro eran hemorroides y de que no había de que preocuparse, pero la patología se me agudizaba cada vez más. Ir al baño era una necesidad que se hacia cada vez más extrema. He llegado a tener que ir al baño más de 30 veces al día. Me desesperaba, tenia que correr y muchas veces no llegaba. Hoy no me da vergüenza contarlo pero en ese momento era incomprensible. No había remedios ni dietas que pudieran reducir en esos momentos la fiereza con la que la enfermedad me estaba aplastando.
La suerte de la vida me condujo a un médico que dio en la tecla: Federico Galzenati. El no lo dudo un segundo y me dijo que la suma de síntomas lo hacían pensar que yo podía tener la misma enfermedad que a él le habían diagnosticado años atrás. Resulto que no se equivocó. Una videocolonoscopia arrojó que tenía COLITIS ULCEROSA. Los primeros intentos por controlar la enfermedad parecían tener algún resultado pero terminaban fracasando. La mezalazina y las corticoides no me daban resultados eficaces. Durante varios meses el cuerpo y la mente se me fueron deteriorando. Perdí al menos 15 kilos (pesaba 80kg y llegue a pesar menos de 65kg), tuve que abandonar la facultad porque los nervios me vencían. Llegue al punto de tener enormes temblores por el estrés, no podía sostener una lapicera, y en el trabajo tuve la suerte de que me supieron entender.
Aun con todos esos síntomas no lograba tomar conciencia de lo que me estaba ocurriendo, lo negaba. En todo este tiempo fue incondicional el apoyo de mi mamá, ella fue la que se movió, averiguo, golpeo puertas, consiguió muchos resultados con la prepaga y se llevo muchas frustraciones. Además de la enfermedad, me tuve que hacer mucha mala sangre por otros motivos. La mezalazina, muy costosa, sumado a otra media docena de remedios hacia casi imposible que pudiéramos afrontar los gastos y nos endeudamos para pagarlos. Uno de las primeras victorias fue el día que aprobaron en la prepaga darme la medicación gratis.
En octubre de 2009, tras los fracasos de los primeros tratamientos el doctor Galzenati me recomendó que vaya al hospital Udaondo, donde había especialistas en mi enfermedad. Ahí llegue a manos de la doctora Negreira. Intentamos hacer otro tratamiento con corticoides y fracaso. En enero de 2010 la doctora me propuso comenzar con una medicación que podía tener muchas contraindicaciones pero era el siguiente paso a dar. Desde entonces estoy tomando inmunosupresores (Mercatopurina 6). Solo en una ocasión los tuve que suspender porque las defensas me habían bajado mucho. Pese a los problemas que me ha ocasionado la mercatopurina 6 (por ejemplo tuve moluscos, entre otras cosas) estoy contento porque me ha mejorado el nivel de vida. He vuelto a estudiar, me he ido de vacaciones, estoy viviendo con mi novia (Mariel) que ha sido un gran apoyo en todo este proceso como tantos integrantes de mi familia, amigos, médicos (entre ellos también el doctor Aníbal Gil, y el cuerpo médico del Udaondo) a los que les estoy plenamente agradecido. A su vez he tenido una gran mejoría a nivel intestinal. Estoy con muchas ganas de poder ganar esta batalla, y lo más importante de todo es que he recuperado mis sueños, mis expectativas y mis deseos de vivir.
Atte. Damián Beledo. Octubre 2011