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¿Cómo se llega al diagnóstico?

El diagnóstico de la CU, al igual que sucede en la EC, suele dilatarse en el tiempo por lo inespecífico de su sintomatología. El promedio de tiempo entre la aparición de los síntomas y la llegada del diagnóstico varía de 6 meses a 3 años.

  Los médicos concluyen en un diagnóstico específico a través de la combinación de información basada en:

Datos clínicos

Los datos clínicos se construyen a partir de una serie de datos e informaciones que el médico especialista va recolectando a través del intercambio con el paciente, donde se observará objetivamente y se tomará nota de los signos que resultan de la exploración física o de exploraciones complementarias de laboratorio u otros estudios específicos que le permitirán al médico diagnosticar la enfermedad, o al menos orientar la sospecha.

Histología

Se trata de información morfológica sistematizada en la lectura de las biopsias tomadas por endoscopia digestiva que pretende contribuir en la difícil tarea de determinar si un paciente tiene EII, y específicamente cuál de sus tipos: EC, CU o CI.

Ofrece de entre el amplio espectro de lesiones conocidas, las consideradas más útiles en su diagnóstico por la mayor frecuencia de presentación en los momentos iniciales y por la reproducibilidad de su observación.

En la lectura histológica de una posible EII, reunir los datos anormales que aporten evidencia de que existe un complejo lesional característico de estas patologías.

Los especialistas cuentan con numerosos datos histopatológicos a favor de una u otra forma de enfermedad, que frecuentemente son enumerados en tablas comparativas. Unos son más específicos (predictibilidad positiva) que otros, ya que algunos de ellos aparecen con escasa frecuencia (sensibilidad baja), por lo que se analiza un «complejo lesional» para alcanzar la máxima especificidad posible.

Exámenes de laboratorio

Los análisis de sangre y eventualmente de materia fecal. Se incluyen “pruebas de rutina” y “pruebas de anticuerpos”. Brindan cierta información a su médico para establecer un diagnóstico o conocer los diferentes niveles de control sobre la medicación y demás valores a los que se debe atender para detectar anomalías.

  1. Hemograma: este es un estudio de sangre que permite determinar varias cosas:
    a. La cantidad de glóbulos rojos. La hemoglobina y hematocrito permiten determinar si existe anemia.

b. El número de glóbulos blancos, la velocidad de eritrosedimentación (eritro). La elevación de esta última es indicación de inflamación.

  1. Proteína C Reactiva (PCR): es una proteína producida en el hígado en pequeñas cantidades, pero que ante un proceso inflamatorio o infeccioso de cualquier órgano (sin discriminar localización o patología) eleva su nivel de producción. Por lo que sus niveles podrán indicar la presencia de procesos inflamatorios: leves se asocian a niveles de PCR entre 10 y 50 mg/L, mientras que las complicaciones o brotes graves de actividad, suelen presentar niveles mayores entre 150-200 mg/L.En ocasiones se la utiliza para valorar la respuesta o refractariedad al tratamiento iniciado.
  2. Hierro: para determinar si la anemia es por falta de éste. La anemia de la EII es multifactorial pero el déficit de hierro es la causa más frecuente y está causado por múltiples factores: restricciones dietéticas, malabsorción, hemorragia digestiva, falta de tratamiento específico. Otras causas de anemia incluyen: anemia asociada a enfermedad crónica (2ª causa), anemia inducida por fármacos empleados para el tratamiento de la EII (sulfasalazina, tiopurinas), hemólisis y malabsorción de vitamina B12 y/o ácido fólico. Debe tenerse en cuenta que, con frecuencia, pueden coexistir varias causas de anemia en un mismo paciente.
    Fuente: http://www.eiialdia.com/2012/07/vol-11-num-2-terapeutica-breve-tratamiento-de-la-anemia-ferropenica-en-la-enfermedad-inflamatoria-intestinal/#biblio
  3. Electrolitos: para determinar si el sodio, potasio y otros electrolitos están presentes en los valores normales.
  4. Minerales: calcio, fósforo para evaluar en forma indirecta estos minerales.
  5. Albúmina: indica los niveles de proteína en sangre.
  6. Hepatograma: indica en forma indirecta la función del hígado.
  7. Coagulograma: evalúa si la coagulación de la sangre está normal, aumentada o disminuida.
  8. Materia fecal: se pueden estudiar la presencia de parásitos, bacterias patógenas, presencia de sangre, presencia de proteína (Calprotectina fecal).
    • la calprotectina fecal es una proteína procedente de los leucocitos (glóbulos blancos) que aparece en la mucosa intestinal cuando existe inflamación y que puede ser detectada en las heces. Es un biomarcador que permite valorar la actividad inflamatoria intestinal en pacientes con CU, EC y CI de manera sencilla, rápida y no invasiva, resultando muy útil en la práctica clínica tanto para diagnostico como para la evaluación de la respuesta al tratamiento o como para predecir el curso.
  9. Examen de orina: evalúa la presencia de células, posible infección, presencia de proteína.
  10. Anticuerpos en sangre: hay dos tipos de anticuerpos relacionados a la EII:
    • a. ASCA “anticuerpo anti sacaromices cerevisiae”, que es una levadura. Este se encuentra presente en sangre de algunos pacientes con EC por motivos que se desconocen. Su utilidad para el diagnóstico es limitada.
    • b. p-ANCA “anticuerpo antineutrófilo perinuclear”. Se encuentra presente en pacientes con CU pero también en aquellos con EC del colon. Su utilidad es también limitada.

Exámenes endoscópicos

Permiten consolidar un diagnóstico, evaluar la severidad y extensión de la enfermedad y la toma de muestras (biopsias) para luego analizar bajo el microscopio (estudios patológicos).

  1. Endoscopía alta o gastroscopía o esófago-gastro-duodenoscopía. Permite visualizar las paredes del esófago, estómago y duodeno (primera porción del intestino). Es necesario un ayuno de varias horas, el procedimiento se realiza en un sitio especial dedicado a esto o en un quirófano. Se duerme o se le da sedación profunda al paciente. Un monitoreo constante controla la respiración, presión arterial, etc. El paciente no siente nada durante el procedimiento. Al cabo de unas horas de finalizado, a excepción de algún motivo médico por el cual el paciente deba permanecer internado, se retira a su hogar. La sensación que puede manifestarse es el abdomen un tanto distendido, a raíz del aire que se introdujo durante el estudio para separar las paredes del estómago y duodeno.
  2. Endoscopía baja o colonoscopía. Permite examinar a lo largo del colon. (se llama sigmoidoscopía, cuando se examina la última parte del colon). Para la colonoscopía hace falta seguir una dieta uno o dos días antes del estudio e ingerir un laxante muy potente para que el colon quede completamente limpio y se pueda visualizar correctamente. Si no se ingiere la dosis de laxante recomendada, o se lo vomita, el colon queda sucio, no pudiendo realizar la práctica. El día del estudio, es necesario un ayuno de varias horas, el procedimiento se realiza en un sitio especial dedicado a esto o en un quirófano. Se duerme o se le da sedación profunda al paciente. Un monitoreo constante controla la respiración, presión arterial, etc. El paciente no siente nada durante el procedimiento. Al cabo de unas horas de finalizado, a excepción de algún motivo médico por el cual el paciente deba permanecer internado, se retira a su hogar. La sensación que puede manifestarse es el abdomen un tanto distendido, a raíz del aire que se introdujo durante el estudio para separar las paredes del intestino.
  3. Biopsias: En ambos tipos de estudios se toman múltiples biopsias, es decir, muestras del tejido que cubre la pared interior del intestino. Estas muestras se analizan bajo el microscopia para ver los detalles de la preservación, alteración o hallazgos característicos en la superficie del intestino.
  4. Video cámara: El paciente ingiere una cápsula llevando consigo durante 24 horas, un monitor registra en forma electrónica las imágenes para luego analizarlas y determinar la presencia de alteraciones de la pared intestinal, úlceras, erosiones, áreas de sangrado, etc.

Exámenes radiológicos

Permiten evaluar zonas inaccesibles. Incluyen: Rayos X (con o sin contraste), Tomografía computarizada, Resonancia magnética, Gammagrafía con glóbulos blancos marcados y Ecografías.

  1. Radiografía de abdomen: sirve para ver la distribución de aire en el abdomen o si hay aire libre en el peritoneo en caso que se sospeche una perforación del intestino.
  2. Radiografía con contraste. Hay 2 tipos.
    • Tránsito de intestino delgado con contraste: se utiliza para observar el yeyuno- íleon de difícil acceso por endoscopia. Se obtienen imágenes después de ingerir una sustancia especial de contraste (bario) por boca. El bario no es rico pero tampoco es desagradable. A veces se ingieren también unas cápsulas de anhídrido carbónico para dar un doble contraste. Se toman varias imágenes a medida que el bario va progresando por el intestino delgado. Al finalizar, casi después de una o dos horas de procedimiento, se presiona el abdomen (con una especie de espátula con una pelota de goma) para poder visualizar mejor el intestino.
    • Colon por enema: es una radiografía en la que, como su nombre lo indica, el contraste se da por vía rectal, como un enema. Este estudio sirve para ver el colon si esta angostado, rígido, etc.
  3. Tomografía axial computarizada (TAC) de abdomen sin y con contraste y la Entero TAC: 64 pistas son fundamentales para valorar la presencia de abscesos y fístulas.
  4. Resonancia magnética sin y con contraste.

No todas las pruebas que se mencionan aquí deben necesariamente efectuarse en todo paciente. Dependiendo de los síntomas y circunstancias, pueden hacerse más o menos exámenes. Por ejemplo, a un paciente que vive lejos de un centro médico especializado, podrían realizársele en pocos días varios de los estudios mencionados que, en otros casos, se distribuirían a lo largo de un tiempo.

En muchos casos la historia clínica puede ser suficiente como para tener fuertes sospechas de diagnóstico. Un paciente con diarrea crónica, pérdida de peso, historia de inflamación de una rodilla o tobillo, tiene grandes posibilidades de tener CU o EC. Paralelamente, si a ese cuadro se le agregan lesiones alrededor del ano, lo más probable es que se trate de EC, al punto que no hay muchas otras enfermedades que den esa combinación de síntomas. Contrariamente, las posibilidades diagnósticas de un paciente con dolor abdominal difuso y, alguna que otra vez, episodios de materia fecal líquida son mucho más amplias, dilatándose la llegada de un diagnóstico, no necesariamente por la falta de conocimiento del profesional sino por lo inespecífico de los síntomas. El balance entre hacer demasiados estudios, o estudios no invasivos y hacer mínimos estudios no es fácil. El hallazgo puede darse en un examen de rutina de un paciente que tiene sólo dolor abdominal, sin episodios de diarrea.

Diagnóstico diferencial

Antes que su médico pueda determinar con certeza cuál es su diagnóstico, será fundamental que le realice un correcto diagnóstico diferencial para descartar otras enfermedades que presentan síntomas y lesiones parecidas a la EII, pero de tratamiento diferenciado:

  • Colon irritable. se trata de un desorden que afecta la motilidad (contracciones musculares) del colon. No hay ulceraciones ni alteraciones en los exámenes de laboratorio. No hay fiebre ni tampoco perdida de peso. Tiene una vinculación directa con el tipo y cantidad de alimentos, el estrés y la sobrecarga de trabajo. Hay un movimiento intestinal demasiado rápido. Es una enfermedad de menor seriedad y no guarda relación con la EII.
  • Tuberculosis intestinal. Casi siempre se encuentra junto a la tuberculosis pulmonar. El cuadro suele ser continuo y de no tratarse, empeora. No es una afección común en gente de ciudad.
  • Divertículos. Esto es solo válido para adultos de cierta edad.
  • Infecciones intestinales crónicas o recidivantes.

Aún en pacientes en remisión, se requieren controles periódicos en lapsos de tiempo que su médico le indicará.